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En la Educación chilena, existe una creciente necesidad de fortalecer los apoyos para estudiantes neurodivergentes, especialmente aquellos con condiciones como Autismo, TDAH o discapacidad intelectual, (incluso aquellos con temáticas de salud mental).
Muchos de ellos requieren espacios adecuados para la regulación emocional, estimulación sensorial y orientación funcional que les permitan participar activamente del proceso educativo.
Actualmente, carecemos de salas de calma o multisensoriales, así como de materiales específicos que favorezcan su bienestar y autonomía. Tampoco contamos, con profesionales como terapeutas ocupacionales que puedan guiar intervenciones adaptadas ni con talleres pre-laborales que preparen a estudiantes con dependencia permanente para una vida digna.
Esto genera sobrecarga para las familias, barreras en el aprendizaje y un retroceso en la inclusión efectiva. Se hace urgente invertir en recursos materiales, humanos y pedagógicos para responder de manera integral a estas necesidades. Fortalecer la educación inclusiva no solo es un acto de justicia social, sino también un compromiso con los derechos y el futuro de todos nuestros estudiantes.