Actualmente, en muchos colegios chilenos hay entre 30 y hasta 45 estudiantes por sala, lo que dificulta enormemente el trabajo docente: no se puede dar atención individual, se vuelve complejo manejar el grupo y los aprendizajes se ven afectados. Esta sobrecarga también impacta en la salud mental de los profesores y en la calidad de la educación.

Propongo una ley que limite el número de estudiantes por curso a un máximo de 15, y hasta 20 solo en casos justificados (por ejemplo, cuando no hay suficientes alumnos para otro curso).

Debe implementarse de forma progresiva, con inversión en infraestructura y contratación de más profesores.

Menos alumnos por sala no es un lujo: es una necesidad para una educación digna y efectiva.