Propuesta 8.11: Reactivación del proyecto de ley de castración química, bajo estricta supervisión
médica, a violadores de mujeres, infantes y adolescentes, considerándolo, tanto en el primer
delito como reinserción, como una pena accesoria obligatoria para todos los imputados por
dichos delitos.
La violencia sexual genera consecuencias duraderas en las víctimas, tanto físicas como
emocionales y sociales, lo que implica un alto costo para el sistema sanitario y afecta
negativamente la cohesión social. Solo en el año 2024, más de 39.000 niños, niñas y adolescentes
fueron ingresados como víctimas de alguna forma de violencia sexual en Chile. Esta cifra
representa más del 71% de todas las denuncias por este tipo de delitos registradas por el Ministerio
Público. Además, se reportaron 952 casos de explotación sexual y cerca de 2.000 vinculados a
violencia sexual digita (Defensoría de la Niñez, 2025). Por su parte, las penas convencionales,
como el encarcelamiento, han demostrado ser poco eficaces para evitar que los agresores sexuales
reincidan. Investigaciones realizadas en Chile indican que el 20 % de los agresores sin
antecedentes reinciden, y esta cifra se incrementa significativamente entre quienes ya han
cometido delitos similares y se niegan a recibir tratamiento, alcanzando tasas de reincidencia entre
el 33 % y el 71 %. Estos datos evidencian que, incluso tras cumplir condenas prolongadas (de 5 a
14 años), muchos agresores retoman sus conductas delictivas al salir en libertad (Amparo et.al,
2021).
A nivel internacional, diversos países han adoptado la castración química como una medida
adicional en el tratamiento de agresores sexuales. Entre estos países se encuentran ciertos estados
de Estados Unidos, Polonia, Moldavia, Estonia, Bélgica, Suecia, Suiza, Alemania, República
Checa, Dinamarca y Corea del Sur. En muchos de estos países, la aplicación de la castración
química ha mostrado una reducción significativa en los índices de delitos sexuales, lo que sugiere
que esta medida podría ser efectiva también en Chile (Biblioteca del Congreso Nacional, 2018).
El procedimiento de castración química, plantea un tratamiento farmacológico que inhibe la
conducta sexual de alto riesgo. Al reducir los niveles de testosterona y la libido, se disminuyen los
estímulos biológicos que pueden alimentar fantasías agresivas.